jueves, 29 de mayo de 2014

Temas y...carreteras vemos, calidad no sabemos

Un fuerte olor a quemado me empezó a inquietar.
Pensé que el vehículo en el que viajábamos, se venía incendiando y en cuanto tuve oportunidad me hice a un lado de la carpeta asfáltica y detuve la unidad motorizada.
Me sorprendí cuando al observar abajo del vehículo y en las llantas delanteras, las balatas ¡al rojo blanco!
Ese color es indicativo de cuando un metal o algo similar, llega al máximo de su calentamiento.
Por ser un automóvil con transmisión automática, no podía ayudarle a frenar reduciendo la velocidad con la palanca de los cambios y por ello la presión de las balatas sobre los discos era tan intensa pues descendíamos de poco más de 2 mil metros, al nivel del mar.
Antes de llevar a cabo ese extraordinario viaje, se cambiaron las balatas de las 4 llantas, precisamente, para mayor seguridad.
Hay historias de accidentes que se dieron en esa carretera porque los vehículos involucrados se habían quedado sin frenos y, algunos de los conductores, no vivieron para contarla.
Era 1988 y cuando ocurrió el incidente, disfrutaba con la familia de un viaje de vacaciones del que regresábamos por la carretera Durango-Mazatlán que es famosa por la zona conocida como El Espinazo del Diablo y en la que se pueden atrapar las nubes con la manos, por la elevación de ese tramo.
Se habla de un número importante de trabajadores muertos durante la etapa de construcción de esa carretera pues se ubica sobre lugares de difícil acceso y de mucho peligro para los que trabajaron en la obra.
El tiempo que se consumía al utilizar esa vía de comunicación era de entre 6 a 8 horas.
A 25 años de distancia, el panorama es distinto: ahora, existe una supercarretera con algo así como una veintena de túneles y el impresionante Puente Baluarte, el más alto de su tipo en Latinoamérica, que fue inaugurado hace apenas 5 meses y que nos hizo sentirnos muy orgullosos a los duranguenses.
¡Perooooooooooooooooo!
Resulta que a casi medio año de haberse puesto en funcionamiento la nueva carretera, esta ha presentado serias fallas como grietas y deslaves que han provocado el cierre temporal de la misma y las consiguientes molestias para quienes la utilizan en ambos sentidos y además es una de las autopistas de cuota más caras del país, pues cuesta unos 525 pesos.
Y yo pregunto:
¿Por qué si la inversión de esta impactante obra de comunicación terrestre se triplicó al concluirse la obra, no se hizo con la calidad y la durabilidad que se requiere?
De los 8 mil 889 millones de pesos que originalmente costaría la supercarretera Durango- Mazatlán, finalmente tuvo un costo de 23 mil 385 millones de pesos, inversión que se aplicó casi, en un 100 por ciento, durante el mandato sexenal de Felipe Calderón.
Al ver la obra concluida, uno pensaría que si fue necesario gastar enormes cantidades de dinero en ella.
Pero cuando hay antecedentes de una gran cantidad de obras que se construyeron durante ese gobierno sexenal con sobreprecios, surge la duda de si en realidad el costo real fue de los casi 24 mil millones de pesos.
Y sobre todo, al saber que apenas a escasos 6 meses de su puesta en funcionamiento, da la impresión de que es una obra con muchos años de haber sido realizada.
¿Hasta cuándo se exigirá y más que exigir, se obligará a que las obras de los tres niveles de gobierno sean de la calidad que deben ser para que tengan una durabilidad aceptable y den un buen servicio a las comunidades beneficiadas?
No lo se.
Pero creo que deberíamos preocuparnos por que sea pronto por el bien de México y de todos sus habitantes.
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx






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