jueves, 24 de octubre de 2013

Temas y...Esperanza

“¿Cuándo va  regresar mi papá?”
Eso le han preguntado una y otra vez a su madre Esperanza, sus hijos de 10, 8 y 6 años de edad, desde el pasado 17 de septiembre cuando su esposo Diego, murió, junto con otros 5 pobladores de El Chirimoyo, allá en el estado de Guerrero, por el deslave de un cerro.
La tragedia ocurrió cuando habitantes de aquel poblado enclavado en el municipio de Acatepec, en la sierra guerrerense, registraban en fotografías, los daños que las torrenciales lluvias generadas por Ingrid y Manuel habían provocado en la zona en esos días en que también en otras regiones de esa entidad sureña, otras tragedias similares enlutaban modestos hogares.
Resulta que el representante de El Chirimoyo acudió ante las autoridades superiores para reportar los daños y se le dijo que tenían que llevar una muestra gráfica de los mismos para que se les pudiera apoyar. Como no recibieron apoyo para tomar esas fotos, lo hicieron ellos pero con tan mala suerte que cuando retornaban a sus hogares,  vino la tragedia matando a seis de ellos, entre los que se encontraba Diego, que venían caminando un tanto rezagados cuando de repente una avalancha de lodo se los llevó sin que sus compañeros pudieran hacer nada por ellos.
El cuerpo sin vida de Diego fue localizado en otro municipio y su esposa e hijos quedaron en el desamparo, sin dinero para el sepelio y ahora sin el sustento que él les proveía.
Cuando se reclamó a las autoridades que ayudaran para los gastos de los entierros de los cuerpos de cinco de los seis pobladores que murieron aquel 17 de septiembre, se les dijo que no había manera y además que los responsables de su propia muerte habían sido ellos. ¡Cuanta insensibilidad!
¿Qué habría pasado si en esa media docena de fallecidos hubiera figurado un empleado del gobierno, en cualesquiera de sus tres niveles?
Los seis pobladores de El Chirimoyo no murieron por su gusto, realizaban una tarea importante para poder ayudar a su comunidad mostrando pruebas fehacientes de lo que había sucedido con las lluvias torrenciales generadas por Manuel e Ingrid.
La tragedia de La Pintada, en la que también un deslave de un cerro cobró la vida de poco más de medio centenar de personas, la conocimos porque los medios de comunicación audiovisuales la difundieron con profusión.
La tragedia de El Chirimoyo, no despertó el interés noticioso y salvo la crónica de un periódico de circulación nacional donde la leí, nadie se habría enterado de ella.
¿Cuántas más ocurrieron y que no las registraron los medios informativos?
¡Ah!, pero el gobierno estatal, asegura que se advirtió a los pobladores de la geografía guerrerense, vía Twitter y Facebook, que Manuel e Ingrid eran un verdadero peligro para su integridad física y que se debían tomar las precauciones debidas.
El problema es que ni Diego, ni los otros cinco indígenas que murieron aplastados por el lodo, junto con él, tenían tuiter ni mucho menos feisbuc (como suenan).
¡Pinche tecnología, no sirve para salvar vidas!
Ni siquiera para responder a los hijos de Esperanza, cuándo va a regresar su papá.

La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx

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