jueves, 19 de septiembre de 2013

Temas y...un dilema gatuno

Primero, aquella gata cruzaba por la terraza donde escribo los sábados y domingos, para merodear en otras casas.
Luego le gustó el lugar para parir y dio a luz a dos gatitos, sin pensar que ese acontecimiento bien podría provocar una crisis marital, pues resulta que a mi media naranja no le gustan los gatos.
Un sábado, de repente empezó a emitir unos lastimeros maullidos que más bien parecían quejidos y luego se contorsionó y dio muestras de que tenía problemas de salud.
Probablemente, alguien la había tratado de envenenar o ella atrapó algún ratón envenenado, según el diagnóstico del médico veterinario al que le llevamos la gata ese sábado, en un acto humanitario.
Desde ese día ha estado en observación y, aunque parece haberse recuperado, todo indica que quedarían secuelas del veneno y podría no utilizar su extremidad delantera derecha, lo que impediría que pudiera desplazarse como antes, lo que resulta trágico para un felino.
De los dos gatitos, uno desapareció misteriosamente y el otro está en la terraza donde no le ha faltado alimento y todo parece indicar que podrá salvarse.
¿Debí o no actuar de esa manera?
Dicen que en la forma de tratar a los animales, se conoce lo humano de las personas, palabras más palabras menos y creo que sobre esta máxima todos deberíamos reflexionar.
A propósito, la gran Elena Poniatowska narra que en una de sus entrevistas al genial cineasta de origen español, Luis Buñuel, este le dijo: “Siento una gran piedad por los animales porque son inocentes”.
Y cuenta la admirada escritora, ex princesa real, que el polémico director surrealista la invitaba a ver unos ratones blancos que había en un escaparate cerca de la casa del cineasta, en Félix Cuevas allá en el Distrito Federal.
“Mira este va a ser muy bueno, este es malo, este es un avaro, esta es una coqueta” así como se estuviera hablando con la gente. No hacían nada, sólo miraban los ratones.
A veces me pasa lo mismo, con eso de hablarle a los animales.
Y no es porque se me bote la chaveta, sino que aun cuando los animales son seres irracionales, sienten la bondad en las palabras.
Cuentan que el gran San Francisco de Asís, platicaba con los animales.
Allí está, la narración de San Francisco y el lobo.
Se dice que San Francisco de Asís era tan humano que en el invierno solía salir con un tarro de miel a darle a las abejas para así restituirles la miel que daban a los hombres y que de esa forma, tuvieran ese alimento en esa época del año en que escaseaban las flores.
Desde luego, hay personas a las que no les gustan los animales, de ningún tipo.
Y hay una cantidad enorme de quienes padecen fobias a diferentes animales.
Hay otras que los tienen por montones.
Yo, para no entrar en conflictos maritales, sólo tengo, un perico uruguayo, del que alguna vez le hablé en este espacio, dos periquitos australianos, padre e hijo que quedaron viudo y huérfano y una tortuga, de la que también algún día en este espacio, le conté la historia de que había desaparecido junto con otra y que luego de dos meses fue encontrada sana y salva. Había un lagartijo, pero de pronto desapareció.
Pero ahora tengo el dilema sobre si integrar o no a esa lista, a la gata y su gatito, pues corro el riesgo de que me manden a jondiar gatos de la cola.
¿Usted qué piensa?
La lectura es vida, lo demás…es lo de menos…hzr@prodigy.net.mx

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